2. No olvides el calentamiento y la técnica adecuada
Una posición incorrecta del cuerpo, como poner las rodillas detrás de los pies o llevarlas hacia dentro durante las sentadillas, provoca una redistribución de la carga y las articulaciones tienen que esforzarse más. Con el tiempo, su estado empeora. Por ejemplo, las técnicas incorrectas de salto o carrera pueden provocar el síndrome de dolor patelofemoral: la rodilla se queja incluso al caminar o estar sentado durante largos periodos de tiempo.
Otro punto importante: todo entrenamiento debe incluir un calentamiento. Los ejercicios de calentamiento “dispersan” el líquido sinovial, el lubricante natural de las articulaciones, lo que hace que los movimientos sean más suaves y seguros.
3. Mantén a raya tu equilibrio de vitaminas y minerales
Cuando se entrena intensamente, vale la pena vigilar atentamente la ingesta de vitaminas y minerales. El omega 3, el calcio (más vitamina D3 para su absorción), el magnesio, el colágeno y la vitamina C pueden mantener tus articulaciones sanas y funcionando correctamente. Y la vitamina B6 y los polifenoles pueden ser útiles para recuperarse y reducir las agujetas. Todos estos elementos se encuentran en alimentos conocidos: pescado, aves de corral, productos lácteos, legumbres, cereales, frutas, verduras y frutos secos. Por lo tanto, una dieta variada y equilibrada es la amiga de cualquier deportista.