El adolescente habla. Dice: “El tío más guay del mundo es ese”. El padre responde: “Qué interesante, ni siquiera sabía que existía. ¿Quién es y cuál es su autoridad?”. Y el adolescente lo cuenta con impaciencia. El padre siempre hacía lo que decía que haría. Y si afirma: “Tengo curiosidad, me gustaría saberlo”, entonces es realmente cierto.
Por supuesto, los padres también tienen derecho a expresar su opinión. Pueden estar de acuerdo con el niño o adoptar exactamente la postura contraria. Pero aquí hay que estar preparado para que el adolescente escuche, pero no esté de acuerdo.
En esta etapa es normal entrar en diálogo, defender su postura y aceptar otra. Y aprender a argumentar su punto de vista.
Cómo recuperar la autoridad si algo ha ido mal antes
Si la autoridad ya se ha perdido, las palabras no servirán de nada. Es inútil gritar a un adolescente: “Te desconecto de Internet y te quito el teléfono. O te encerraré”. Si el niño ha dejado de oír a sus padres, las palabras seguirán siendo para él sólo un fondo. Y cualquier acción agresiva provocará un nuevo conflicto, pero no aportará comprensión mutua.
Puedes intentar empezar de cero. Es decir, desde la primera etapa: los padres hacen lo que dicen y cumplen todo lo que prometen. Devolver la autoridad es muy difícil, a veces imposible. Pero siempre puedes hacer que sus acciones sean predecibles y esbozar las reglas del juego actuales. Y recuerda que, ante todo, es necesario que ellos mismos se observen.
Primero: cállate. Simplemente cállese. Al cabo de un rato tu hijo se dará cuenta y te prestará atención. Pero mientras estés callado, reflexiona. En primer lugar, ¿cuáles son los errores que admites haber cometido? Ya que los has cometido, tiene sentido hablar de ellos. Y en segundo lugar, qué harás a continuación.
Merece la pena empezar a construir de nuevo el diálogo. Con calma y dignidad, como debe hacerlo un adulto con autoridad.